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Desde el inicio del período del Consulado, Napoleón Bonaparte (1769-1821) tomó conciencia de la importancia de mostrar su retrato al pueblo francés. Así inició la edificación de su propia leyenda. Se utilizaron todos los soportes, desde esculturas hasta tabaqueras y abanicos. La multiplicidad de objetos que portaban la efigie del Emperador o representaban símbolos imperiales constituyó una extraordinaria herramienta de propaganda de la leyenda napoleónica. Durante la Restauración, sin embargo, los bonapartistas se vieron obligados a esconderse y preparar su venganza, difundiendo cada vez más objetos sediciosos. La muerte del Emperador en 1821 lo hizo menos peligroso a los ojos de los realistas y las copias que representaban sus principales acciones se multiplicaron una vez más. El Segundo Imperio (1852) oficializó la leyenda imperial con encargos de esculturas instaladas en plazas públicas y pinturas expuestas en museos. Aunque el Segundo Imperio restableció la propaganda oficial, la caída del régimen en 1870 puso fin a la celebración de Napoleón durante 20 años. El fervor nacionalista volvió a aumentar en la década de 1890 y desde entonces no ha dejado de ser una figura heroica.
En colaboración con el Taller de Yeso de la Rmn - Grand Palais.
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